No son tantas las oportunidades en las que uno tiene esas ganas irrefrenables de algo. No una simple tentación, o un rapto de curiosidad o una calentura. No, no. Hablo de ganas de esas que queman por dentro. Ganas de que suene el timbre, de escuchar el ruido del ascensor y abrir la puerta, de abrazarte y darte un beso, de tomar mate y charlar un rato. Yo tengo la pava lista y estoy terminando de hacer mi mate nuevo. Sólo deberías comprar unos Don Satur y poner el día.
jueves, 26 de julio de 2012
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